-- NARIÑO > Antonio Navarro Wolff

Paz de hace 20 años, la paz de hoy
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Por ANTONIO NAVARRO WOLFF

Hace 20 años, en una abarrotada cancha de fútbol del municipio de Caloto, se firmó el primer acuerdo de paz entre un grupo guerrillero, el M-19, y el Gobierno nacional.

Esa casi sorpresiva paz de 1990, después de diez años de intentos fallidos, fue recibida por los colombianos con un desbordado entusiasmo. Parecía posible cambiar la historia de violencia irreductible de nuestro país.

No tardó en agredirse gravemente a quienes firmamos los acuerdos. Mes y medio después, Carlos Pizarro, comandante del M-19, fue asesinado por la espalda en un avión en vuelo. Confieso que nuestra primera reacción fue pensar en volver a las armas.

Pero fue tan grande el apoyo ciudadano, que finalmente decidimos continuar en la legalidad y correr los riesgos de este nuevo escenario.

Lo que siguió fue una época de maravillosa esperanza. La firma de la paz coincidió con un movimiento por una nueva Constitución. La convocatoria de la Asamblea Constituyente para "consolidar la paz entre los colombianos", como lo dijo la Corte Suprema de la época al darle piso legal al proceso de hecho de la séptima papeleta, fue el primer suceso histórico del período.

La elección de constituyentes, donde la AD M-19 consiguió el 27 por ciento de los votos, en el resultado más alto de la historia de la izquierda en Colombia; el funcionamiento de la Asamblea en un ambiente de reconciliación y patriotismo único en la historia de nuestros cuerpos colegiados; la firma de acuerdos de paz con otras tres organizaciones guerrilleras, el EPL, el PRT y el Quintín Lame, que se incorporaron a las sesiones de la Asamblea; la desmovilización de un sector de las autodefensas y la sanción de la nueva Carta Magna, hicieron de 1991 un año extraordinario.

Esa esperanza duró casi diez años, durante los cuales se desarmaron un sector del Eln, la Crs, así como diversas organizaciones milicianas. En ese ambiente se abrieron los diálogos entre el Gobierno y las Farc en 1998.

Pero venía sucediendo un fenómeno opuesto: el escalamiento del conflicto a partir de 1994, con ventaja para la guerrilla. Eso llevó a las Farc a una apreciación equivocada de sus posibilidades militares y condujo las conversaciones al fracaso.

El fiasco del Caguán en el 2002 cambió profundamente la opinión pública, que abandonó su apoyo a la negociación política y se inclinó por la seguridad. En ese momento el Estado había ya recuperado la iniciativa militar y ha demostrado en estos años que puede propinarle golpes severos a la insurgencia. En esas estamos.

Hoy las Farc tienen la palabra. Deben aceptar que la salida es un proceso que conduzca a su desmovilización. La lucha armada carece ya de sentido histórico y de perspectiva de éxito. Pero si persisten en el alzamiento, el desarrollo rural de los campesinos pobres en zonas marginales y la seguridad son la alternativa.

Hace 20 años se abrió el camino de la paz pactada, el más eficaz e inteligente. Como optimista incorregible, estoy seguro que esa paz acordada finalmente llegará.
 
Info. enviada por EDGAR GONZÁLEZ R.
Para: IPITIMES.COM /NEW YORK.
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